Los frailes franciscanos de Lima fueron los interesados en mandar confeccionar muchas imágenes en España, el año 1560, en plena época colonial.
Según
la tradición popular, las imágenes solicitadas fueron rápidamente embarcadas
con dirección al Perú; en plena travesía, por causas desconocidas se presentó
una tormenta en alta mar, frente a nuestras costas, poniendo en inminente
peligro la embarcación y a su tripulación. Ante este grave percance, el capitán
mandó arrojar todos los bultos pesados al mar a fin de mantener a flote la
nave.
La
inesperada tempestad, acompañada de truenos y relámpagos que se había
presentado, se calmó lentamente como por designio de Dios, volviendo el sol a
irradiar sus benefactores rayos.
Finalizada
la temida borrasca, emerge de las agitadas aguas cantidad de fardos que son
recogidos por los pescadores artesanales y llevados al puerto del callao. En
esos bultos se encontraban las imágenes perdidas por los religiosos
capitalinos.
En
1570, el Padre Francisco de Madrigal, enterado de la llegada de las imágenes,
viajó a la actual capital de la República con el fin de conseguir una y
trasladarla a Ica. A pesar del alto costo que le pidieron compró una de ellas y
retornó, pero, antes, mandó embarcar la escogida imagen del Callao, con destino
al puerto de Pisco. En este lugar contrató a un arriero para que trasladase la
imagen a lomo de mula a la ciudad iqueña.
Sucede
que, en el trayecto, el hombre desapareció y la mula sin guía, se extravía en
el desértico lugar, siendo encontrada después por unos cazadores cerca de la
Villa Valverde.
Grande
fue la sorpresa para estos hombres al acercarse al animal, constataron que el
fardo atado a su lomo, contenía la milagrosa imagen del Señor de Luren; de
inmediato comunicaron a las autoridades religiosas acerca de este
extraordinario hallazgo.
La
sagrada efigie fue llevada con dirección al convento franciscano pero, el
animal que transportaba, después de recorrer unos metros no quiso avanzar más.
En
la actualidad, el hermoso templo de Luren, fue edificado en el mismo lugar
donde la acémila no obedeció trasladar la santa imagen, es decir a Luren Ica.
El
3 de Junio de 1918, el templo se incendió, destruyendo la mayor parte al Cristo
Moreno, siendo reconstruido en el taller del Señor Jesús Silva, quien con el
aporte de los artistas Francisco Caso y Alberto Cierralta Herrera, restauraron
el cuerpo casi carbonizado del Señor Crucificado.
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